Public Project
Ese otro Chile
La vida cotidiana es violenta.
El miserable sueldo mínimo es violento, las pensiones indignas y la desigualdad macabra.
Violencia es lo que vivimos a diario, sistemática y brutal, lo que se vive en las poblaciones, lo que viven los más olvidados con este sistema inhumano.
La desigualdad se convirtió en injusticia, la injusticia en indignación.
Indignación es lo que hizo que Chile se levantara y despertara.
Ese otro Chile que pasa silencioso por la ciudad, el que llena el transporte público, el que trabaja en sus casas y el que los atiende en el comercio.
La rabia estaba contenida, era parte de nuestros silencios, parte de nuestras heridas y nuestros miedos. Nos habíamos acostumbrado al silencio, al conformismo, pero ese tiempo se acabó y ese octubre de 2019 llegó.
Mientras la incertidumbre se instalaba en nuestros pensamientos como un escenario constante, el fuego da esperanza de que lo que soñamos como utopía puede ser posible.
Fuego en las calles, fuego en nuestros cuerpos, fuego en nuestras cabezas y en nuestras venas.
El fuego nos muestra la belleza de la desobediencia, nos reúne frente a su calor, en torno a su luz.
No sabíamos lo que era sentir que la rabia y la alegría podían coexistir en el mismo lugar, no sabíamos lo liberador que era reconocer y compartir el resentimiento. No sabíamos que el fuego era una forma de curar nuestras heridas.
Estábamos ilusionados con que todo ardiera, con que todo desapareciera en cenizas, con que se derritieran esos corazones helados consumidos por la rutina neoliberal.
El fuego que se encendía era la respuesta a la brutalidad, a la desigualdad, a la violencia policial, a ese Chile que querían mostrar como el jaguar de América Latina, pero que terminó siendo un espejismo.
[English]
That other Chile
Everyday life is violent.
The miserable minimum wage is violent, pensions are unworthy and inequality is macabre.
Violence is what we live daily, systematic and brutal, what is lived in the populations, what is lived by the most forgotten with this inhuman system.
Inequality became injustice, injustice became indignation.
Indignation is what made Chile rise up and wake up.
That other Chile that passes silently through the city, the one that fills the public transport, the one that works in their homes and the one that attends them in the commerce.
The rage was contained, it was part of our silences, part of our wounds and our fears. We had become accustomed to silence, to conformism, but that time was over and that October 2019 arrived.
While uncertainty settled in our thoughts as a constant scenario, fire gives hope that what we dream of as utopia may be possible.
Fire in the streets, fire in our bodies, fire in our heads and in our veins.
Fire shows us the beauty of disobedience, brings us together in front of its heat, around its light.
We did not know what it was like to feel that anger and joy could coexist in the same place, we did not know how liberating it was to recognize and share resentment. We didn't know that fire was a way to heal our wounds.
We were excited for everything to burn, for everything to disappear in ashes, to melt those frozen hearts consumed by the neoliberal routine.
The fire that was lit was the answer to brutality, to inequality, to police violence, to that Chile that they wanted to show as the jaguar of Latin America, but that ended up being a mirage.
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