Private Project
Encarna
That night, as the water rose, her husband urged her to take refuge upstairs. ‘You go upstairs and rest, I'll stay here and keep an eye on the water,’ he told her, even though they both feared their home would not hold up. Not knowing if they would survive, they stayed awake, hoping the disaster would go no further.
‘Thank God we are both still alive,’ Encarna says, but the pain of losing her home still grips her. With tears in her eyes, she confesses that the only thing she can do is laugh, so as not to cry any more, because she has no more tears to shed,
Encarna is now in the care of her daughter, where she is well looked after, although the uncertainty persists. She does not know if the time she has left in this world will be enough to rebuild what was once her home.
Alfafar no volverá a ser igual para Encarna Jiménez y su esposo, ambos octogenarios, después de la DANA que azotó la localidad. La pareja, que ha compartido su hogar durante 54 años, vive ahora entre ruinas y recuerdos devastados. "El día de la inundación no nos enteramos muy bien de lo que estaba pasando hasta que el agua ya estaba entrando", cuenta Encarna, la voz entrecortada por la emoción. La fuerza del agua arrancó el frente de su casa, llevándose consigo cada recuerdo de una vida juntos.
Esa noche, mientras el agua subía, su esposo la instó a refugiarse en el piso de arriba. "Sube a descansar, yo me quedo vigilando que el nivel no suba", le dijo, aunque ambos temían que su hogar no resistiera. Sin saber si sobrevivirían, se quedaron en vela, esperando que el desastre no fuera más allá.
"Gracias a Dios seguimos vivos los dos", expresa Encarna, pero el dolor de haber perdido su hogar la embarga. Con lágrimas en los ojos, confiesa que lo único que le queda es reír, para no llorar más, porque ya no le quedan más lágrimas que derramar,
Ahora, Encarna se encuentra al cuidado de su hija, donde está bien atendida, aunque la incertidumbre persiste. No sabe si el tiempo que le queda en este mundo le alcanzará para reconstruir lo que alguna vez fue su hogar.
Esa noche, mientras el agua subía, su esposo la instó a refugiarse en el piso de arriba. "Sube a descansar, yo me quedo vigilando que el nivel no suba", le dijo, aunque ambos temían que su hogar no resistiera. Sin saber si sobrevivirían, se quedaron en vela, esperando que el desastre no fuera más allá.
"Gracias a Dios seguimos vivos los dos", expresa Encarna, pero el dolor de haber perdido su hogar la embarga. Con lágrimas en los ojos, confiesa que lo único que le queda es reír, para no llorar más, porque ya no le quedan más lágrimas que derramar,
Ahora, Encarna se encuentra al cuidado de su hija, donde está bien atendida, aunque la incertidumbre persiste. No sabe si el tiempo que le queda en este mundo le alcanzará para reconstruir lo que alguna vez fue su hogar.
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