Public Project
la bahía de Guayaquil(Habitantes del Caos)
Entonces y luego de tal encantamiento, asistimos a una reflexión que va de segunda mano, una deliberación más pausada, la que nos lleva a pensar en esta colmena inagotable de pasadizos, pasillos y vías sin retorno que acumula objetos, gente y calor intolerable en pos del mercadeo de productos y servicios. Otrora se convierte, gracias al poder del arte y la visión del artista Ila Coronel, en un elemento de investigación gnoseológica cuyo valor estético se perfila a su vez como la réplica en menor escala del complejo modelo de la “gran urbe” entendida como el gran contenedor de edificios, personas, pero también de pasiones, afectos, complejos, defectos y atmósferas de carácter relacional, las cuales, sin duda, son propias de la condición contemporánea y de la convivencia en comunidad que el artista logra capturar en su devenir más cotidiano.
Por lo que, para Coronel y su artillería pesada (su cámara) –tal como un francotirador– se propone recortar con escarpelo ese fragmento de realidad que nos abre una ventana de observación del entorno y de lo que allí acontece, un tras bastidores que nos transporta al mundo sin pose de la vida en La Bahía en una antropología citadina que va imprimiendo la posible historia del que no hace historia (tal cual el formato benjaminiano de tesis de la filosofía de la historia) y con él, el surco ineludible de los que sí lo hacen, de los poderosos y como ellos se escurren evadiendo estas dosis de realidad para crear sus mundos amurallados de ficción (real o simbólica) llámese shopping, mall, urbanización, isla o condominio privado.
Entonces, Ila Coronel como un buen artista preocupado de su contexto, engendra el enfoque prioritario de un devenir cotidiano en un espacio sumamente conflictivo de encuentros, de negocios y convivencia; donde a más del comercio como objetivo primordial de congregación, paralelamente brotan sobre él estos nodos de interacción humana atravesados por la realidad de las historias mínimas y las luchas marginales, las mismas que viabilizan el rostro humano de La Bahía, ya no como un espacio para el mercadeo informal, sino como un cuerpo dinámico, una conjugación de varios “elementos vivos” que de una manera simbiótica colaboran para un fin común, tal cual los corales lo son para el ecosistema mundo.
Curador Hernán Pacurucu
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