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Victoria Razo

Documentary Photographer + Photojournalist
  
Mujeres ante la pandemia: Mónica
Public Project
Mujeres ante la pandemia: Mónica
Copyright Victoria Razo 2024
Updated Jul 2021
Este trabajo fue creado con el Fondo de Emergencia Covid-19 para Periodistas de National Geographic Society /
This work was created with the support of National Geographic Society Covid-19 Emergency Fund for Journalists.

Texto por Marcela Del Muro

Mónica Quijano: decisiones que cambian el rumbo, pero protegen a los que amas
 
Sobre la mesa del comedor se encuentra una lámina que pregunta los cambios laborales provocados por la pandemia, en la parte central de la hoja aparece el dibujo de un doctor al frente de una cama. Mónica Quijano, de 31 años, dice a su hija menor: “Recuerdas ¿cómo te decía que tenía que vestirme para atender a mis pacientes?”. María José, de cuatro años, comienza a dibujar una persona que porta un gran traje parecido a los que utilizan los astronautas y pone un gel antibacterial al lado de él.

Esa gran vestimenta era el equipo de protección que utilizó Mónica durante los últimos cinco  meses que trabajó como enfermera en el Hospital General de Soledad, una clínica pública que depende de Secretaría de Salud en el municipio de Soledad de Graciano Sánchez, en San Luis Potosí, y fue el primer Hospital Covid en el estado. En los seis años que la enfermera trabajó ahí, no  tuvo la posibilidad de obtener una plaza y era contratada cada seis meses sin ninguna prestación de ley.
 
Mónica renunció el 6 de julio del 2020, después de una difícil recuperación tras enfermar de coronavirus y sin contar con servicio médico ni medicamentos.

Arranca la pandemia y se transforma la vida

Cuatro días antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara al brote de coronavirus como una pandemia, el 6 de marzo ingresó la primera paciente con Covid-19 al Hospital de Soledad. 

La enfermera lo recuerda como un momento “muy estresante porque no hubo capacitación previa para manejar a los pacientes. Yo sentía mucho miedo porque no sabía cómo reaccionaba el virus y cómo teníamos que cuidarnos”.

En ese entonces, ella era la encargada del área de Diálisis Peritoneal del turno nocturno. Pero con la reconversión al Hospital Covid esta área fue cerrada, convirtiéndose en Terapia Intermedia de adultos. La nueva zona de trabajo arrancó sin material suficiente para hacer frente a la crisis que se avecinaba: sin aparatos para tomar la oxigenación en sangre, sin ventiladores mecánicos y sin equipo de protección suficiente que evitara el contagio del personal. La escasez de insumos no fue algo momentáneo, en realidad, en el Hospital de Soledad hay faltantes desde antes de la pandemia. Los uniformes quirúrgicos se han usado por tantos años que es necesario tapar los hoyos de desgaste con tela adhesiva; los overoles, los cubrebocas especializados y los guantes de nitrilo, equipos de protección utilizados para la pandemia, son poco surtidos en el hospital.

Lo que pasa en Soledad no es un caso aislado, esto se repite en todo el país, en un estudio presentado por la organización Amnistía Internacional, se documentó el caso de un médico de la Ciudad de México que gastaba el 12 por ciento de su salario para comprar su equipo de protección personal (EPP), Mónica no tiene un estimado de cuánto gastó en EPP, pero ella y sus compañeros hacían lo mismo: llevaban sus cubrebocas, sus caretas.  

“Si eras el afortunado de tener un traje Tyvek -overol de fibras sintética e impermeable que se utiliza arriba del equipo de protección- lo tenías que reutilizar por muchas guardias. Al salir, lo rociábamos con cloro y después lo guardábamos. Lo mismo pasaba con los cubrebocas especializados, los teníamos que reutilizar por una semana”, comenta Mónica.
 
El lineamiento de manejo del equipo de protección personal utilizado en México señala que los trajes impermeables son desechables, no especifica ningún tratamiento para su reutilización. De lo que sí se habla es de la carencia mundial de cubrebocas y la necesidad de utilizar el protocolo internacional para su reprocesamiento. La OMS indica que la vida útil de un cubrebocas N95 es de 6 horas y que los métodos de reprocesamiento son: el vapor saturado, la radiación UV-C y el gas plasma o vapor de peróxido de hidrógeno, pero según lo que cuenta la enfermera ninguno de estos métodos fue utilizado en los últimos meses que laboró en el Hospital. Se solicitó a Secretaría de Salud el protocolo para estos casos pero no tuvimos respuesta. Por eso, la enfermedad comenzó a avanzar con mucha rapidez entre el personal.

El falso negativo

“Yo estaba en tercer piso (en Terapia Intermedia) y mis compañeros salieron positivos, después me bajaron unos días a Terapia Intensiva y también salieron positivos. Cuando regresé, había algunos compañeros de mi guardia que también traían síntomas”, Mónica recuerda que tenía mucho cansancio y cefalea, pero estos dos síntomas se pueden asociar a la carga de trabajo tan extenuante que ha tenido el personal de salud durante la pandemia.
 
El 5 de junio del 2020 fue la última guardia de la enfermera en el hospital. Ella la recuerda como uno de los días más pesadas de su carrera:
“El área de Terapia Intensiva estaba saturada y teníamos seis camas ocupadas con pacientes intubados, nada más éramos dos enfermeras atendiendo porque, además, cada vez éramos menos personal”, el semblante de Mónica es sereno pero su voz se exalta mientras recuerda que, “aquel día no pudimos salir ni a comer ni a descansar un poco, estuvimos doce horas en la guardia. Tampoco había médicos suficientes, los de urgencias atendían el primer piso y después subían con nosotras, era un contaminadero porque no había tiempo de quitarse el traje”.

El dolor de cabeza la rebasaba, al finalizar su jornada Mónica acudió al área de epidemiología. Le realizaron un análisis de sangre, mejor conocida como prueba rápida, dicho examen tiene poca efectividad para detectar la enfermedad en los primeros días de contagio porque se requiere la formación de anticuerpos. Por lo tanto, el resultado negativo de Mónica era dudoso. Ella no lo sabía.

Se fue a casa, donde vive con sus dos hijas y su mamá, se sentía tranquila, pero los síntomas empeoraron durante el fin de semana.  El lunes regresó al trabajo y acudió nuevamente a epidemiología, donde le realizaron un examen de PCR, prueba que tiene el 98% de eficacia para detectar el virus. Mónica tenía Covid-19.
 
“Cuando me dieron el resultado positivo sentí mucho coraje y frustración, por falta de cuidados del Hospital yo expuse a mi familia. Además, me pidieron que no les dijera a mis compañeros que era positiva, pero yo pensé: ¿Por qué no les voy a avisar a los que tuvieron contacto conmigo? Yo recibía y entregaba guardias. Yo usaba las regaderas junto a otras compañeras. Yo le daba ride a una compañera para ahorrarle el viaje en el transporte público”.

Hasta la fecha, en México van 233 mil 152 contagios acumulados del personal de salud, de los cuales el 62 por ciento son mujeres, indica la última actualización de la Secretaría de Salud. Pero lo más terrible de estas cifras es que somos el país donde más personal de salud ha muerto en el mundo, con al menos 3 mil 534 decesos, según el último reporte de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Yo renuncié porque no estaba en condiciones para regresar a trabajar

La casa de la familia Quijano es pequeña y acogedora, cargada de colores llamativos y retacada de risas y vocecitas infantiles, pero aquel lunes 8 de junio el miedo invadió todos los rincones del hogar. Mónica llegó con una incapacidad por siete días y sintiendo una preocupación profunda por la salud de su familia, sobretodo de su madre que es población de riesgo en esta pandemia.  
La enfermedad cambió la rutina de la casa. El peso del cuidado y la educación de Sofi y María José, de 8 y 4 años, recayó en la abuela. Mientras todo era paranoia y limpieza excesiva, sobretodo porque la pequeña casa solo cuenta con un baño para todas.

Para Mónica es difícil hablar de su recuperación en aislamiento, fueron días dolorosos de mucho estrés y muy poco descanso. Pasaba las horas tratando de escuchar todo lo que pasaba en casa, intentando monitorear por los sonidos que sus hijas y su mamá estuvieran bien. Se exaltaba cada vez que los ruidos se salían de la rutina: si su mamá despertaba más tarde, si dormía una siesta, si las niñas lloraban, si se prolongaba el silencio.
Concluida la semana de incapacidad, la enfermera seguía sintiéndose enferma. Ni siquiera podía recorrer su cuarto sin agotarse y el dolor de cabeza se había transformado en una migraña incomoda que no cedía ante nada.

“Yo renuncié porque todavía no estaba en condiciones de regresar a trabajar y mi jefa quería que ya regresara. Nos trataban como si fuera nuestra culpa enfermarnos”, Mónica duró 50 días aislada hasta que su prueba PCR salió negativa.  
 
Las malas condiciones laborales, el desabasto de equipo de protección, el inclumplimiento de pagos y la falta de empatía de los directivos con el personal de los hospitales que  dependen de Secretaria de Salud en San Luis Potosí, el Hospital Central y el Hospital de Soledad, se han hecho públicas en repetidas ocasiones: marchas, plantones afuera de las clínicas, tomas de vialidades en la capital del estado.

Pero existe una diferencia muy marcada entre los dos hospitales. Según indican sus trabajadores, en el Hospital de Soledad abunda el personal de salud eventual, sobretodo en el área de enfermería, esto evita que el personal adquiera antigüedad en el puesto y que no exista seguridad de ser recontratado. Mónica refiere que esta situación provoca mayor represión contra el personal: si te quejas no tendrás contrato nuevamente.  

Cambio de ruta

El abandonar la profesión que ama trajo muchos conflictos en Mónica: frustración, desánimo, sentimiento de inutilidad y muchas horas de llanto que fueron acompañadas de la incertidumbre por su futuro. Aún aislada y con secuelas de la enfermedad, la joven comenzó a buscar actividades u oficios que le permitieran salir adelante. Pensó en vender artesanías, en preparar comida y venderla en la cochera de su casa; hasta que una amiga le sugirió tomar el camino de la venta en línea, dando un brinco al comercio informal que ha sido tan utilizado por las mujeres en esta pandemia.

El 24 de junio, Mónica abrió su página de venta de bolsas y accesorios en Facebook. Comenzó a moverse en su mismo círculo de profesionales de la salud y las ventas fueron fluyendo inimaginablemente. En un par de meses, el ingreso de la vendedora fue superior a su sueldo como enfermera.
“Yo agradezco que tuve la opción de tener otra entrada de dinero y que mi negocio me sirvió muchísimo. Hay muchas compañeras que no tienen la posibilidad de salir de ahí. Tengo compañeras que tienen todo el tiempo de la pandemia sin ver a sus hijos por el riesgo al contagio. Para la carrera de enfermería se necesita vocación porque uno pasa por muchas cosas. Conlleva mucho trabajo, te enfrentas a muchos riesgos y es muy mal pagada”, comenta la nueva emprendedora.

En el sector salud en el país, las mujeres alcanzan el 67.5 por ciento del total de las personas empleadas, pero la baja inversión en este sector incide en las condiciones de desigualdad, pues aún hay una gran brecha salarial respecto a los hombres. Los ingresos de las trabajadoras de salud son un 21 por ciento menores que el de sus compañeros, según el informe anual presentado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas.
 
“Yo le digo a mi mamá que me gustaría regresar a un hospital porque me apasiona mi profesión, pero pienso mucho: ¿A poco voy a regresar a uno donde me traten mal? ¿Dónde queda mi dignidad, mi seguridad?”, se cuestiona la enfermera.

La necesidad de Mónica para seguir realizando lo que ama y la posibilidad brindada por su fructífero negocio en línea le dio la oportunidad de continuar su camino en su profesión. En un pequeño local, que forma parte de la casa de su papá, Mónica montó un centro integral de enfermería. Un lugar donde coloca sueros; aplica inyecciones; hace curación de heridas; realiza chequeos generales, de presión, de glucosa y de colesterol, entre otras cosas. Un pequeño sueño que vio la luz el 20 de febrero del 2021 y le regresó la felicidad al cuerpo.

Pero esta decisión también trae riesgos, en México no se está vacunando al personal de salud que depende de hospitales, consultorios o farmacias privadas, aunque ellos también forman parte de la primera línea contra el coronavirus. La iniciativa Vacuna Médicos MX creó un formato de registro para conocer la cantidad de personal de salud no vacunado, en la primera semana alcanzaron los 24 mil 200 personas registradas y la cifra continúa subiendo alcanzando, hasta ahora, los 30 mil 500 registros.    

Enfermera, vendedora, ama de casa, mamá y, también, maestra

Las decisiones que Mónica ha tomado durante esta pandemia fueron pensadas poniendo como prioridad a sus dos hijas: ¿Cómo protegerlas? ¿Cómo evitar que se enfermen? ¿Cómo asegurar un buen futuro para ellas?. La enfermera y su madre saben que la única forma de que las niñas logren superar este momento es enfocarse en cumplir con una rutina que las mantenga activas y las aleje un poco de la ansiedad que causa el encierro.  

La labor de la enseñanza durante la pandemia ha sido un trabajo de tiempo completo para la enfermera. Estar pendiente que Sofi tenga lo necesario para sus clases en línea, monitorear que esté haciendo bien sus tareas y entienda los nuevos temas que le imparten. En cambio, María José depende totalmente de su mamá, quien es la responsable de explicar y realizar la tarea con ella para después enviarla a su maestra.
 
Con la nueva clínica, los hábitos de Mónica se transformaron, pero se trató de cuidar la rutina de las niñas. Para que esto sea posible, la enfermera no descansa: mientras Sofi toma clases virtuales ella se va a su consultorio, a medio día regresa y checa los trabajos de su hija mayor para después hacer tarea con María José, cuando termina regresa a su nuevo trabajo. Ella comenta que todo el día trae el teléfono prendido para checar que sus hijas estén bien y por si les surge alguna duda sobre sus deberes. Los ratos libres, que ahora son pocos, los invierte en su negocio de bolsas: busca productos, los publica en su página, hace pedido y los entrega.

“Ya hasta ahorita, después de toda la crisis, me siento liberada”, en un año la vida de Mónica dio un vuelco. Sus miedos se pararon frente a ella y la hicieron luchar por su familia y su bienestar.  

Cuando preguntas a Mónica: ¿qué desea que pase cuando acabe la pandemia? Ella te comenta que pediría que se valorará más la vida: “y se le diera más valor al gran trabajo que realiza el personal de salud, que nos dieran oportunidad de crecer más”.
Tras tantos obstáculos, por fin llega la calma mental para la enfermera, acompañada de un montón de esperanza de que su nuevo proyecto pandémico le dé frutos y la conserve realizando la profesión que ama.
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