Ya es tiempo de que los prejuicios acaben, de que la sociedad se establezca sobre bases más sólidas, más naturales, más sabias, más justas y más nobles.
Pancho Villa
Nunca olvidemos que el gobierno somos nosotros mismos y no un poder extraño sobre nosotros. Los máximos gobernantes de nuestra democracia no son un presidente y senadores y congresistas y funcionarios gubernamentales, sino los votantes de este país.
Franklin D Roosevelt
La calle es un espacio publico que muchos se adueñan, sea por el anarquismo permitido del trafico (transporte publico, la necesidad imperiosa de desplazarse por el peatón que no tiene aceras), mercados informales (gomeros, ebanistas, mecánicos o fruteros) o la arrogancia y el poder (el trafico detenido por funcionarios que se desplazan cual ganga salida de Mad Max); hoy esta desierta. El gran nivelador llego, sin avisos de fin de siglo o el tropel de los jinetes del apocalipsis. Arribo con el pasaporte de la globalización (por el aeropuerto), haciéndonos sentir por primera que es una aldea global: conexión total, pequeña, interdependiente, relacionada; lo cual es diferente del espacio que creíamos tener en la aldea imaginada antiguamente: conectada para bienes de consumos, películas, artículos de consumo, no para virus y demás.
El COVID-19, ese virus microscópico nos ha llevado en pocos días a un paseo que ni el poeta Virgilio a Dante. El COVID-19 –que para estos fines no importa si usted cree que es un invento de laboratorio o producto de murciélagos y animales; lo que si es real es que la economía se derrumbó cual castillos de arena, y todos los países van cayendo como dominós. Llega a República Dominicana por el aeropuerto por personas de clase alta y media principalmente de la Gran Europa; no como los rumores de un plan macabro Haitiano para envenenar a los Dominicanos; con esto no digo que las personas que han lo transportado sin saberlo lo han hecho a propósito; mi punto es que todos estamos por primera vez como humanidad en el mismo barco, lo cual amerita una respuesta no de grupo, si de especie.
Un virus que nos cohíbe lo básico del ser humano: socializarse. Desmorona la economía tal como la conocemos y nos –debiera poner a pensar en la interdependencia global, no tanto entre países económicamente pero con el hábitat que todos los días cagamos en el y no nos importa (la tierra); pues el que no crea en el calentamiento global, que mire el cielo y salga de su aire acondicionado en estos días sin vehículos en las calle.
Salgo en mi cápsula, la camioneta que tengo, desplazándome suavemente en las calles vacantes de vehículos, motores, personas; arrebatando imágenes a el día soleado; luego de dejar una compra a mi madre- la cual no puedo ni darle un abrazo, parto hacia mi casa. Como nota viví en campamentos de refugiados en la frontera México - Guatemala donde había cólera y mortandad, estuve en Chernóbil y en el terremoto de Haití durmiendo en la cama de la camioneta frente a una estación de policía donde todos dormíamos en la calle; nada se siente como esto.
Me desmonto en sitios puntuales, lo primero que siento al salir del vehículo es el aire, un cielo azul opuesto a el del Pink Floyd de Good-bye blue sky, este es bienvenido.
Repasando una lista mental de donde ir, obturo pixeles en silencio.
Veo pocas personas: transeúnte en un semáforo con su tapa boca –el nuevo accesorio imprescindible de la primavera del 2020; policías en una esquina; un señor barriendo una acera, entre polvo y sin nada de protección, bomberos limpiando las calles, lo cual me recuerda esa estatua en Pripiat de los bomberos que dieron su vida para impedir una catástrofe.. Me desmonto, hago par de fotos.
No puedo dejar de sentir la ausencia de los informales, esos trabajadores que el sistema remplaza tan fácil como la moda de la temporada anterior. Deteniendome en la Kennedy para hacer unas tomas desde el puente peatonal al fond IKEA –la primera tienda en América Latina- Ágora, 360 espacios que gracias a el metro proveían un roce social, hoy desiertos. Recuerdo lo que dijera John F. Kennedy en su discurso de inauguración:
No pregunte qué puede hacer su país por usted, pregunte qué puede hacer usted por su país. Cuestionamiento válido hoy en este momento en el cual caminamos por arena movedizas o remamos contra oleaje en un kayak en océano de incertidumbre.
Necesitamos un “New Deal’” (nuevo acuerdo) como diría Roosevelt en su discurso de aceptación por el Partido demócrata en 1932 en USA, es momento de pensar más allá de nuestras culturas, de la micro visión de hábitat que es el país y pensar en que estamos todos conectados y nadie puede escapar como bien lo narro Edgar Allan Poe en La máscara de la muerte roja. Es necesario que el pueblo exija que esos que han vividos varios años una vida de opulencia gracias a su baja moral en un estado y sociedad permisiva DEVUELVAN, muchos tienen para vivir por varias generaciones cual cuentos de hadas. Devuelvan a esta población que si lo necesita, no para tener lujos de estrellas de Hollywood o apartamentos en las urbes de "primer mundo", pero para esos ciudadanos, como la foto que cierra este breve grupo de imágenes en la Winston Churchill y 27 de Febrero: me paro respetando el semáforo y veo un vendedor de periódicos, que por la hora y cantidad no ha vendido nada, girando con mirada angustiada, pues esos papeles que nadie va a comprar son sus sostén, le di un billete, reflexione hacer una foto luego y la tome a el retrovisor, pues el choque de verlo fue mucho.
Una humanidad que discute y pelea por papel higiénico, ¿que será por agua o comida, que será cuando lleguen a los hospitales personas cargando enfermos? Producto de no compartir y más que nada de un pueblo no exigir que se devuelva lo que le pertenece y que se tomen medidas a tiempo.
Es momento de resultados a favor del pueblo, no de promesas, planes de contingencia mal elaborados, respuestas lentas del sector empresarial, muchas son resultados de habitantes de torres de marfil que han costado más en vidas que la Citadel en Haití en la época que se construyo.