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los sucos de sarar
Sin alimentar la construcción de la representación identitaria que instala imágenes de nativos andino y amazónicos en importantes museos. Sin llegar a extrañarse por la diversidad en plena floración que matiza y cubre las montañas en el Ecuador ,los sucos de sarar retrata con candor el paisaje humano en las exóticas cumbres del Sigsig, cantón azuayo donde radica el artista.
Durante el siglo XVIII floreció en las colonias de Hispanoamérica la denominada Pintura de Castas: Series de entre 14 y 20 cuadros cuyo objetivo era representar las diferentes “mezclas de la raza” que tenían lugar en el subcontinente y establecer de ese modo una referencia visual que refleje de modo detallado la estética de cada “casta” y también sus oficios, labores y faenas.
Tal y como se muestra se crea el sueño genético de un mundo de rubios, en la serie de los sucos, como el los llama, se cimenta en una estructura de hiperrealidad que les da el carácter de mentira no porque no exista sino porque existen dentro del apartaste conceptual de vivir en lo profundo de una sociedad de morenos, utopias de un fascismo importado que chirría en el andamiaje socio cultural que nos ha enseñado en donde el necesitado es moreno, latino y grotesco
Tiempo atrás quedó esa presuntuosa idea de que un fotógrafo captura la realidad del instante, lo cual de una u otra forma se convirtió en una utopía platónica anhelada, otorgándole al fotógrafo un espacio en esa República ideal,(ya que al fin el artista fotógrafo no falseaba la verdad, al no imitarla mal, como el resto de artista). De esa manera verdad y arte una vez mas irían de la mano en una armonía mítica que convocaría a un orden cósmico natural.
Es así que el artista juguetea con la antropología y su idea de documentarlo todo, otorgándole al potencial del registro una seriedad propia de quien piensa que se apoya en la realidad para tras de ella mitigar esa “dosis de verdad “que todo esperamos de un documento de registro y por tanto, un “Documento” en todo el sentido que el término pueda abarcar.
El artista crea un sueño genético de un mundo de rubios, en la serie de los “SUCOS”, como él los llama, se cimenta en una estructura de hiperrealidad que les da el carácter de mentira, no porque no existan, sino porque existen dentro del aparataje conceptual de vivir en lo profundo de una sociedad de morenos utopias de un fascismo impostado que chirría en el andamiaje socio-cultural que nos ha enseñado que el necesitado y el pobre es moreno, latino y grotesco
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