"À la ville de ... Barcelona" was the phrase pronounced by Juan Antonio Samaranch at 13.32h on October 17, 1986. Barcelona became the 1992 Olympic venue city.
I remember being at school and how this news made us all jump for joy, despite being only 8 years old. For the history there will be the image of Pascual Maragall, mayor of Barcelona, raising his arms making the symbol of victory.
A collective illusion took over the city, many things were going to change: the city was reunited with the sea, the rounds, the Olympic village and a long list of infrastructures were built, making Barcelona a better city. Above all, the city was open to the world.
In a perfectly studied marketing campaign, including trampoline jumps, Barcelona went on to head the lists of preferences of cities to visit and settle. Slogans such as "Barcelona ponte guapa” (Barcelona get pretty) and "Barcelona la mejor tienda del mundo” (Barcelona the best shop in the world) caused, little by little, that the city became a beautiful showcase where it is increasingly difficult to live.
Barcelona has lost population since 1992, while in Catalonia it has increased by 23%. The price of housing has grown 5 times more than inflation. 30 million tourists visit us every year. The word gentrification has entered into our usual vocabulary and every day there are more people forced to leave their neighborhood and the city.
"À la ville de ..." raises the slow transition from the joy of a better city to this showcase city that is expelling its inhabitants. It does so by going from the periphery to the center, where the natural spaces are disappearing and the images become more and more claustrophobic.
“À la ville de… Barcelona” fue la frase pronunciada por Juan Antonio Samaranch a las 13.32h del 17 de octubre de 1986. Barcelona se convertía en la sede olímpica de 1992.
Recuerdo estar en el colegio y cómo esta noticia nos hizo saltar a todos de alegría, a pesar de tener tan solo 8 años. Para la historia quedará la imagen de Pascual Maragall, alcalde de Barcelona, alzando los brazos haciendo el símbolo de victoria.
Una ilusión colectiva se adueñó de la ciudad, iban a cambiar muchas cosas: la ciudad se reencontraba con el mar, se construyeron las rondas, la villa olímpica y un largo etcétera de infraestructuras que harían de Barcelona una ciudad mejor. Y sobretodo, la ciudad se abría al mundo.
En una campaña de marketing perfectamente estudiada, saltos de trampolín incluidos, Barcelona pasó a encabezar las listas de preferencias de ciudades a visitar y querer instalarse. Eslóganes como “Barcelona ponte guapa” y “Barcelona la mejor tienda del mundo” hicieron que la ciudad se convirtiera poco a poco en un bonito escaparate donde cada vez es más difícil vivir.
Barcelona ha perdido población desde 1992, mientras que en Catalunya ha aumentado un 23%. El precio de la vivienda ha crecido 5 veces más que la inflación. 30 millones de turistas nos visitan cada año. La palabra gentrificación ha entrado en nuestro vocabulario habitual y cada día hay más gente obligada a dejar su barrio y la ciudad.
“À la ville de…” plantea la lenta transición que va desde la alegría por una ciudad mejor a esta ciudad escaparate que está expulsando a sus habitantes. Lo hace mediante un recorrido de la periferia al centro, en el que cada vez los espacios naturales van desapareciendo y las imágenes se vuelven más y más claustrofóbicas.
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