Public Project
Ecuador Unrest
The mobilization of thousands of impoverished indigenous people to Quito, the capital of the country, forced us to look at what, in everyday life, most people do not see: children with chronic child malnutrition; peasants who produce much of the food without their effort allowing them to have a decent life; absence of the State in the most impoverished communities; young people with no hope for the future.
The president —the most important one— and all the other political leaders now have the enormous responsibility of helping to heal those deep wounds that the national strike left throughout society. And that comes with a profound, pacifying, and concrete dialogue, and it also comes with tangible responses from the Government: return to rural areas, reduce economic gaps and guarantee access to health and education for the poorest.
Without that, the rise of another violent protest is only a matter of time.
Assignment for: Bloomberg LP via Getty Images
Texto: María Sol Borja
La movilización de miles de personas indígenas empobrecidas a Quito, capital del país, obligó a mirar aquello que, en lo cotidiano, la mayoría de la gente no ve: niños con desnutrición infantil crónica; campesinos que producen buena parte de los alimentos sin que su esfuerzo les permita tener una vida digna; ausencia del Estado en las comunidades más empobrecidas; jóvenes sin ninguna esperanza en el futuro.
El presidente —el que más— y todos los otros líderes políticos tienen ahora la responsabilidad enorme de contribuir a sanar esas heridas profundas que dejó el paro nacional en toda la sociedad. Y eso viene con un diálogo profundo, pacificador y concreto, y viene también con respuestas tangibles desde el Gobierno: regresar a ver a la ruralidad, reducir las brechas económicas y garantizar el acceso a salud y educación de los más pobres.
Sin eso, el surgimiento de otra protesta violenta es solo cuestión de tiempo.
Asignación para: Bloomberg LP via Getty Images
La movilización de miles de personas indígenas empobrecidas a Quito, capital del país, obligó a mirar aquello que, en lo cotidiano, la mayoría de la gente no ve: niños con desnutrición infantil crónica; campesinos que producen buena parte de los alimentos sin que su esfuerzo les permita tener una vida digna; ausencia del Estado en las comunidades más empobrecidas; jóvenes sin ninguna esperanza en el futuro.
El presidente —el que más— y todos los otros líderes políticos tienen ahora la responsabilidad enorme de contribuir a sanar esas heridas profundas que dejó el paro nacional en toda la sociedad. Y eso viene con un diálogo profundo, pacificador y concreto, y viene también con respuestas tangibles desde el Gobierno: regresar a ver a la ruralidad, reducir las brechas económicas y garantizar el acceso a salud y educación de los más pobres.
Sin eso, el surgimiento de otra protesta violenta es solo cuestión de tiempo.
Asignación para: Bloomberg LP via Getty Images
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